En Vaca Muerta, la arena divide posturas que tienen sustento: Pablo Bizzotto apuesta por la eficiencia y el desarrollo local de Río Negro y Neuquén, mientras Horacio Marín defiende la calidad técnica de Entre Ríos.
En el corazón de Vaca Muerta, la arena utilizada en la fractura hidráulica se ha convertido en un insumo decisivo no solo para la eficiencia de los proyectos, sino también para el desarrollo económico regional. Se estima que cada pozo demanda entre 3.000 y 6.000 toneladas de arena, y que en 2025 el consumo total superará los 5 millones de toneladas. En este escenario, la discusión sobre qué tipo de arena priorizar se ha transformado en un debate estratégico. Dos visiones contrapuestas emergen con fuerza: la de Pablo Bizzotto, CEO de Phoenix Global Resources, y la de Horacio Marín, presidente de YPF.

Pablo Bizzotto ha sido muy claro: “La industria no se puede dar el lujo de no tener arena in-basin”, es decir, arena extraída y procesada directamente en la cuenca neuquina o en zonas limítrofes como Río Negro y Neuquén. Desde su perspectiva, el mayor desafío es la consistencia operativa. “El no convencional es una fábrica de pozos. Si un pozo demora 30 días, otro 22 y otro 25, la fábrica no es eficiente. El quick win es ganar consistencia; eso habilita la escala”. Tener una arena local estandarizada permite mejorar tiempos, disminuir errores logísticos y optar por un modelo de abastecimiento más ágil (just in time).
En su visión regional, Bizzotto resalta que “no podemos pagar arena + última milla a US$ 130–150. Desde los primeros pozos usamos arena de Río Negro sin impacto en productividad”. Este énfasis contempla tanto la reducción de costos como la eliminación de tramos de transporte complejos, evitando saturar rutas o depender de trenes. Además, proyecta la producción local como una oportunidad de desarrollo regional: “La ventana de oportunidad para poner en valor Vaca Muerta es ahora”.
Ese desarrollo regional no solo implica infraestructura. El uso de arena in-basin ha creado una demanda sostenida de mano de obra local, tanto directa como indirecta. Las canteras en Río Negro o Neuquén requieren cuadrillas para extracción, procesamiento y secado, mientras que la logística abre espacio para transportistas, mecánicos, soldadores y operadores de plantas. A ello se suman servicios vinculados como seguridad, catering y mantenimiento. En un contexto donde cada pozo puede demandar miles de toneladas de arena, esta cadena de trabajo genera decenas de empleos por proyecto y se convierte en un factor clave de arraigo laboral en la Patagonia.
La apuesta no se limita a la cuenca neuquina: en Confluencia (Río Negro), Phoenix comenzó a perforar con éxito usando arena local. A pesar de las condiciones geológicas menos favorables (espesor reducido, mayor carbonato), los pozos mostraron mayor productividad, rápida producción, mejor crudo (API 25–28 frente a 36 en Mata Mora) y casi nula generación de agua. Todo esto acompañado del uso del 100% de arena in-basin, con un ahorro estimado de medio millón de dólares por pozo.

Para Horacio Marín, presidente de YPF, la discusión sobre la arena no puede reducirse a una cuestión de costos logísticos. Desde su mirada, la prioridad es garantizar la calidad técnica del insumo para no comprometer la productividad de Vaca Muerta. En varias oportunidades ha advertido que la arena proveniente de Río Negro y Neuquén, si bien resulta más competitiva en precios y logística, no siempre cumple con los estándares que requiere una operación de shale de alta presión y complejidad. “Usar arena que no tenga la granulometría y resistencia adecuada puede provocar pérdidas de hasta un 20% en las reservas recuperables”, planteó con crudeza, subrayando el impacto económico que tendría esa merma sobre el balance de la principal petrolera del país.
La arena de Entre Ríos, en cambio, presenta ventajas desde el punto de vista geológico: alto contenido de sílice (SiO₂), granos más redondeados y uniformes, y mayor resistencia al esfuerzo de cierre durante la fractura hidráulica. Estas propiedades reducen el riesgo de rotura del agente sostén y permiten mantener los canales de flujo abiertos por más tiempo, lo que se traduce en un mejor factor de recuperación de hidrocarburos. Para Marín, este diferencial es clave cuando se proyecta escalar la producción y sostener un plan de exportaciones a largo plazo.
Consciente de que el gran talón de Aquiles de la arena entrerriana es el costo y la complejidad logística, Marín ha impulsado la idea de un consorcio empresarial para financiar y operar un ferrocarril exclusivo que conecte las canteras del litoral con Añelo. La idea es: trasladar la mayor parte de la arena por tren hasta el corazón de la cuenca y reducir así el flujo de camiones en rutas ya saturadas. “La arena no puede seguir llegando en camiones. Con los volúmenes que se proyectan, sería inviable para las rutas y mucho más para los costos”, remarcó. El ferrocarril aparece entonces como una solución estructural, que no solo baja costos sino que también garantiza previsibilidad en el suministro.
En paralelo, Marín entiende la calidad como un factor de sostenibilidad operativa. La apuesta por la arena entrerriana se vincula a una visión de YPF de largo plazo: maximizar la productividad de cada pozo, evitar pérdidas y optimizar el factor de recuperación. Incluso si los costos iniciales parecen más altos, el cálculo de la compañía es que la diferencia se compensa con un mejor rendimiento acumulado a lo largo de la vida útil de los pozos. De esta manera, la estrategia de Marín trasciende la coyuntura de precios y pone sobre la mesa un dilema de fondo: ¿conviene apostar por la eficiencia económica inmediata de la arena de cercanía, o priorizar la calidad y seguridad productiva de la arena entrerriana para asegurar el desarrollo exportador de Vaca Muerta en las próximas décadas?
El abastecimiento de arena desde Entre Ríos arrastra un historial complejo que excede lo técnico y lo logístico. En los últimos años, la explotación de canteras fluviales en la provincia ha estado bajo la lupa de la Justicia y de organizaciones ambientales que denuncian un control insuficiente sobre los volúmenes extraídos y su impacto en los ríos Paraná y Uruguay. En 2024, la Justicia entrerriana ordenó al gobierno provincial que informe en detalle sobre la extracción de arena, los destinos comerciales y los ingresos fiscales obtenidos, lo que abrió un debate sobre la transparencia de la actividad y la necesidad de mayor regulación.
Algunas empresas proveedoras enfrentan procesos judiciales vinculados a la falta de habilitaciones y posibles daños ambientales, lo que genera incertidumbre entre las operadoras que dependen de esta fuente de insumo. A ello se suma el creciente cuestionamiento social en localidades ribereñas, donde los vecinos perciben que el negocio beneficia a actores externos sin dejar retornos claros para las comunidades locales.
En paralelo, comenzaron a circular versiones sobre la posibilidad de que el gobierno entrerriano avance en la creación de una nueva carga impositiva específica sobre la arena destinada a Vaca Muerta. Si bien no hay normativa vigente que lo confirme, la presión judicial y política podría derivar en una mayor fiscalización y, eventualmente, en impuestos adicionales. De concretarse, el esquema encarecería aún más un insumo que ya soporta los mayores costos logísticos del mercado, reduciendo la competitividad frente a la arena in-basin de Río Negro y Neuquén.
Así, Entre Ríos se encuentra en una situación de tensión estructural: por un lado, posee la arena de mayor calidad reconocida por la industria; por el otro, enfrenta limitaciones legales y fiscales que ponen en riesgo su continuidad como proveedor dominante. El resultado de esta pulseada será determinante para el mapa de abastecimiento de Vaca Muerta en los próximos años.
El mapa de la arena en Vaca Muerta expone, en el fondo, un dilema más profundo que atraviesa a toda la matriz energética argentina: cómo equilibrar la eficiencia económica inmediata, la calidad técnica del insumo y el impacto territorial y social.
Por un lado, la arena in-basin de Río Negro y Neuquén se consolida como un recurso estratégico por su competitividad logística, su capacidad de dinamizar economías locales y su contribución al empleo patagónico. En tiempos donde la licencia social es tan importante como la ingeniería, esta opción aporta arraigo y visibilidad política a las provincias productoras. Representa, en definitiva, la promesa de que el desarrollo energético también puede traducirse en beneficios palpables para las comunidades.
Por otro lado, la arena de Entre Ríos conserva la bandera de la calidad probada y estandarizada, con atributos técnicos que garantizan un mejor factor de recuperación y reducen riesgos productivos a largo plazo. Es, para muchos actores, la opción que asegura estabilidad en un horizonte de exportación masiva. Sin embargo, su futuro se ve condicionado por factores externos: costos logísticos crecientes, conflictos legales y potenciales cargas impositivas que amenazan con erosionar su competitividad.
En este tablero, la posición de actores clave como Bizzotto y Marín refleja dos caminos distintos. El primero insiste en eficiencia, consistencia y desarrollo regional, mientras que el segundo advierte sobre la necesidad de priorizar calidad y sostenibilidad técnica para que Vaca Muerta sea rentable en el largo plazo. Ninguno de los enfoques es excluyente, y probablemente la realidad de la cuenca combine ambos: un esquema mixto donde la arena local sostenga volumen y dinamismo, mientras la entrerriana garantice calidad en operaciones críticas.
La arena, en definitiva, dejó de ser un insumo secundario. Es hoy un vector de disputa política y económica, que concentra intereses de provincias, empresas y comunidades.