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Energía

Argentina hoy: gas al mando, renovables en ascenso lento y un largo camino al carbono cero

Nicolás Muñoz

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noviembre 4, 2025
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La matriz energética argentina sigue dominada por los fósiles (82,6% en 2024), con el gas como columna vertebral. Las fuentes limpias aportan 17,4% del total, empujadas por la hidroelectricidad, pero aún por debajo del promedio global. En electricidad, el “mix limpio” es mayor (38,9%), aunque lejos del estándar sudamericano. El desafío: acelerar inversiones y reglas estables para no quedar al margen de la transición.

Argentina llega a la transición energética con una ventaja relativa -muy poco carbón- y una debilidad evidente: depende fuerte de los fósiles. En 2024, el 82,6% de la energía primaria provino de combustibles convencionales y dentro de ese bloque el gas natural explicó 46,8%, el petróleo 34,8% y el carbón apenas 1%. Del otro lado, las fuentes bajas en carbono sumaron 17,4%: hidroelectricidad 7,4%, nuclear 2,6% y renovables no convencionales (eólica, solar, bioenergía) 6,5%. El saldo es un sistema menos “sucio” que el de países carboníferos, pero todavía lejos de los niveles de descarbonización que exige la agenda global.

Si miramos sólo la electricidad, el cuadro mejora pero no alcanza: la generación con fuentes limpias ronda 38,9% y queda muy por detrás del promedio de Sudamérica (76,5%). La hidroelectricidad es la pieza más pesada del bloque limpio y tiene sello patagónico y comahue: complejos como El Chocón, Alicurá y Piedra del Águila multiplicaron la potencia hidráulica desde los años setenta y ochenta, y siguen siendo el “ancla” que estabiliza el sistema. Eólica y solar avanzaron en la última década -con la Ley 27.191 y RenovAr como pivotes-, aunque desde una base chica y con despliegue desigual según recurso: mejor viento en Patagonia y mejor sol en NOA y Cuyo.

El diagnóstico de ArgenData/Fundar pone números al rezago relativo: en 2023-2024, las energías limpias en la matriz primaria local se mueven entre 16% y 17,4%, por debajo del promedio global (18,7%). La dinámica histórica explica parte del presente: el petróleo perdió peso, el gas ganó terreno (al calor de nuevos yacimientos y gasoductos), y las grandes obras hidroeléctricas y la nuclear aportaron el “salto limpio” más visible del siglo pasado. Lo que falta es la ola moderna: más renovables variables, más almacenamiento, más transmisión y marcos que aseguren contratos y financiamiento a escala.

El informe también advierte sobre el “riesgo de oportunidad”: Argentina compite en un vecindario que acelera la transición. Sin una política estable, reglas claras y acceso a crédito, las inversiones tenderán a priorizar países que ofrezcan menor incertidumbre macro y mejores incentivos. En términos prácticos, eso implica trazar un pipeline bancable de proyectos eólicos y solares -con back-up, storage y redes-, sostener la operación hidro con criterios ambientales modernos y definir una hoja de ruta clara para la nuclear. La ecuación es conocida: menos emisiones por kWh y más electrificación del consumo final; sin eso, el aporte de las energías limpias en términos absolutos no despega.

Para la Norpatagonia y Río Negro, el ángulo local es doble. Primero, el “dote hidráulico” del Comahue: administrar bien la hidroelectricidad que ya tenemos -mantenimiento, gestión de embalses, nueva regulación de concesiones- es tan importante como sumar renovables variables. Segundo, el viento patagónico: el potencial eólico de la región sigue siendo un diferencial competitivo, siempre que existan líneas de transporte y contratos de largo plazo que permitan convertir recurso en energía efectiva. En paralelo, la agenda de eficiencia energética y el reemplazo progresivo de combustibles en la industria y el transporte (incluido el GNC pesado) pueden sumar puntos a la descarbonización sin perder competitividad.

La conclusión es clara y sin vueltas: Argentina no parte de cero, pero necesita acelerar. El predominio del gas amortigua emisiones frente al carbón, sí, pero no alcanza para entrar a la liga mayor de la transición. Se requiere un ciclo de inversión sostenido, regulaciones estables, transmisión disponible y señales económicas que premien la generación limpia, el almacenamiento y los contratos a término. Si el país no mueve esas fichas, corre el riesgo de mirar desde afuera la nueva ola tecnológica.

Fuente: ArgenData (Fundar) con datos 2024/2025

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