34,6% en aportes y contribuciones vs 21,6% OCDE: el sobrecosto frena altas formales y exige un rediseño que alivie a empresas sin desfinanciar la seguridad social.
El último relevamiento de Econviews sobre datos del IARAF (Instituto Argentino de Análisis Fiscal) muestra un dato incómodo para cualquiera que quiera contratar en blanco en el país: las contribuciones a la seguridad social (las que paga la empresa como empleadora y las que se descuentan al trabajador) representan el 34,6% del costo laboral total en Argentina. Puesto en sencillo: si una empresa gasta $100 en un puesto formal, $34,60 son aportes y contribuciones, y $65,40 se corresponden con el salario bruto. Con ese registro, Argentina queda muy por encima del promedio de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), que es 21,6%. También está por arriba de España (28,3%) y Costa Rica (29,5%), y a gran distancia de Estados Unidos (14,6%), Suiza (12,0%), México (11,2%) o Chile (7,0%).
¿Por qué nos importan estos números? Porque las contribuciones son un costo no salarial que se suma por fuera del sueldo y no se ve en el bolsillo del trabajador, pero sí pesa en la decisión de contratar. En contextos de márgenes estrechos y tasas de interés altas, cada punto de costo extra empuja a posponer incorporaciones, a reemplazar horas formales por esquemas informales o a automatizar tareas que podrían hacerse con más empleo. No se trata de discutir la necesidad de financiar la seguridad social (nadie cuestiona jubilaciones, cobertura de salud u otros beneficios), sino de cómo financiarla sin poner un freno a la creación de empleo formal.
La comparación con el promedio de la OCDE no es caprichosa: es un buen parámetro internacional que combina economías desarrolladas y emergentes avanzadas. Estar 13 puntos porcentuales por encima del promedio significa, en la práctica, que contratar en Argentina es más caro que en la mayoría de los países con los que nos comparamos. Y cuando además la productividad promedio es más baja que en esos países, el diferencial de costo pesa el doble.
Para entender la diferencia, pensemos en un caso práctico. Hoy las contribuciones representan el 34,6% del costo laboral. Si ese porcentaje bajara al 21,6% (que es el promedio de la OCDE), el costo total de contratar sería alrededor de 16-17% más barato. ¿Qué significa en criollo? Que por cada $100 que hoy le cuesta a una empresa un puesto formal, pasaría a costarle cerca de $83-84. Con un costo más bajo, las empresas suelen animarse a tomar más gente, aunque esto no ocurre de un día para el otro. Mirando experiencias de otros países, una rebaja de este tamaño podría traducirse, con el tiempo, en un aumento del empleo formal de entre 5% y 8%, sobre todo en actividades que necesitan mucha mano de obra. No es una promesa matemática: es una estimación razonable para tener una idea del orden de magnitud.
Ahora bien, no todo está en el porcentaje del gráfico. Ese dato compara solo aportes y contribuciones. No incluye otros costos como ART (Aseguradora de Riesgos del Trabajo), cuotas sindicales, vacaciones, aguinaldo, recargos por horas extra, feriados o tasas locales que aplican algunas jurisdicciones. Tampoco contempla regímenes especiales que, en ciertos sectores, ya reducen las contribuciones patronales o difieren pagos. Es decir: la foto es útil para comparar, pero la “película” completa puede ser mejor o peor según el sector, la provincia y el convenio colectivo.
¿Qué tiene que ver esto con la reforma laboral que hoy se discute en Argentina? Mucho. Una agenda moderna no debería limitarse a juicios laborales o períodos de prueba; tiene que incluir una revisión inteligente del costo no salarial. Hay formas de hacerlo sin desfinanciar la seguridad social: por ejemplo, alivios focalizados para primer empleo, jóvenes y mujeres, pymes y economías regionales, condicionados a nuevas altas registradas y a capacitaciones certificadas. También sirve migrar parte del financiamiento hacia impuestos generales o ampliación de base (revisión de exenciones) mientras se garantizan jubilaciones y salud. Y es clave sumar previsibilidad en los costos de terminación de la relación laboral, con esquemas de fondo de cese o seguro de desempleo, muy usados en el mundo, para reducir el “riesgo esperado” de cada contratación.
Para aterrizarlo con ejemplos concretos, pensemos en construcción, servicios industriales, logística, mantenimiento y oficios que orbitan a la energía y la minería. Allí la estructura de costos es intensiva en horas hombre/mujer. Una reducción moderada y bien diseñada de contribuciones patronales puede convertirse en más turnos, más cuadrillas y más proveedores calificados. Y, del otro lado, parte de ese alivio puede ir al salario de bolsillo vía paritarias sin que el costo total se dispare. Lo mismo vale para la inserción de mujeres en roles operativos, como el caso reciente de operadoras de maquinaria pesada, si se combinan bonificaciones de contribuciones con formación y licencias profesionales.
Por supuesto, hay riesgos. Bajar contribuciones sin un plan de reemplazo desfinancia a la ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social) y a las obras sociales. También puede haber comportamientos oportunistas si el beneficio no está atado a metas de empleo. La salida razonable es gradualidad, condicionalidad y evaluación: empezar por colectivos objetivos (jóvenes, mujeres, primer empleo, pymes), renovar el beneficio solo si se mantienen los puestos y medir resultados por sector y provincia.
La conclusión es sencilla y, a la vez, desafiante: Argentina es cara en costo no salarial para el empleo formal. No es el único problema del mercado laboral, pero es un cuello de botella que complica contratar, crecer y exportar valor agregado. Una reforma que combine alivio de contribuciones bien apuntado, previsibilidad legal y formación de trabajadores puede hacer más por el empleo que diez discursos. El gráfico ayuda a ver por qué: 34,6% contra 21,6% no es una diferencia técnica; es la frontera entre sumar una persona a la línea o seguir operando al mínimo.
Fuente del gráfico: Econviews en base a IARAF (2024).




