La reducción de precios de YPF en mayo combinó factores de mercado, como la baja del Brent y los biocombustibles, con la decisión del Gobierno de congelar los impuestos. Un respiro para el bolsillo, aunque de duración incierta.*
Ayer, 1° de mayo, YPF «sorprendió» al aplicar una baja promedio del 4% en el precio de sus combustibles, una medida poco común en un contexto inflacionario como el actual. En el Alto Valle de Río Negro, esta decisión se tradujo en descuentos que oscilaron entre el 2% y el 8%, según el tipo de combustible. Sin embargo, la clave de esta medida no estuvo solamente en la estrategia comercial de la empresa, sino en una decisión política del Gobierno Nacional que pasó casi desapercibida: el congelamiento de los impuestos a los combustibles.
El Impuesto a los Combustibles Líquidos (ICL) y el Impuesto al Dióxido de Carbono (IDC), que debían actualizarse este mes (mayo), fueron nuevamente postergados por decreto. Esta decisión le quitó presión al precio final en surtidor, y le dio a YPF (empresa con mayoría accionaria estatal) el margen necesario para bajar sin afectar su estructura de costos. Fue, en los hechos, una baja contenida por intervención fiscal.
¿Un gesto competitivo?
El movimiento de YPF también tiene lectura política y de mercado. El Gobierno busca mostrar señales de desinflación y al mismo tiempo contener el malestar por el aumento acumulado de precios en los primeros meses del año. YPF, con su rol de referencia en el mercado, actuó como punta de lanza de una baja que el Ministerio de Economía espera que se replique en Shell, Axion y Puma. Hasta ahora, sin novedades confirmadas.
En este escenario, las cifras concretas en la región del Alto Valle muestran una retracción moderada:
- Nafta Súper: bajó un 2% (de $1.047 a $1.026)
- Nafta Infinia: bajó un 6% (de $1.301 a $1.223)
- Infinia Diesel: bajó un 8% (de $1.575 a $1.449)
- Diesel 500: bajó un 3% (de $1.274 a $1.236)
¿Es sostenible esta baja?
No necesariamente. La reducción responde a un cóctel transitorio de variables: la baja del Brent, un dólar relativamente estable, y el freno impositivo. Pero si cualquiera de estos factores cambia (por ejemplo, si el Gobierno decide descongelar el ICL en junio) los precios podrían volver a subir. La nafta en Argentina aún está por debajo del “precio de paridad de importación” y eso genera tensión en el sector.
Además, la medida no fue acompañada de un acuerdo sectorial, por lo que otras petroleras aún analizan sus propios costos antes de aplicar una baja. En un mercado cada vez más liberalizado, sin controles de precios ni subsidios directos, es poco probable que las rebajas sean uniformes.
Una oportunidad que no puede desperdiciarse
El respiro que ofrece esta baja puede ser una oportunidad para planificar políticas energéticas de largo plazo, con reglas claras y fiscales previsibles. Pero si se convierte en una simple medida electoralista o de marketing comercial, será apenas una anécdota en medio de un escenario energético que necesita orden, inversión y sostenibilidad.
En definitiva, no es una baja producto del mercado, sino del contexto. Y como tal, su duración puede ser tan efímera como las condiciones que la hicieron posible.
*Por Nicolás Matias Muñoz
@nicolasmatiasmunoz
https://www.instagram.com/nicolasmatiasmunoz?igsh=MWd0bXRwbDcxbmsyNQ%3D%3D&utm_source=qr