La OPEP puso bajo la lupa el despliegue global de la energía eólica y solar. Reconoce que las renovables serán protagonistas del sistema eléctrico, pero advierte que, si no se contemplan los costos de redes, respaldo y minerales críticos, la transición puede ser más cara y compleja de lo que muestran los números de portada.
La transición energética ya no es un debate de futuro: está en marcha. Las energías renovables ganan espacio en la matriz eléctrica del mundo y todo indica que ese protagonismo se va a profundizar en las próximas décadas. Pero desde la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) lanzaron un mensaje que busca poner el foco en la “letra chica” de ese proceso: los “costos reales” de la expansión eólica y solar y su impacto sobre la estabilidad de los sistemas eléctricos.
En un reciente comunicado, el secretario general de la OPEP, Haitham Al Ghais, advirtió que las redes eléctricas del mundo están sometidas a presiones crecientes. Por un lado, por el avance de las tecnologías renovables, muchas veces distribuidas y con generación intermitente; por otro, por el salto en el consumo asociado al uso masivo de Inteligencia Artificial (IA), centros de datos y el aumento general de la demanda eléctrica en hogares y servicios.
Los datos que maneja la organización muestran la magnitud del cambio. Según el informe World Oil Outlook (WOO) 2025, la generación mundial de electricidad pasaría de 31.345 teravatios-hora (TWh) en 2024 a 57.556 TWh en 2050, un salto cercano al 85%. La mayor parte de ese crecimiento vendría de fuentes renovables: la energía eólica y solar escalarían de 4.931 TWh a 26.013 TWh en el mismo período, lo que implica un incremento del 527%. En conjunto, las fuentes limpias pasarían de representar el 42% al 67% de la matriz energética entre 2024 y 2050.
Hasta acá, el relato encaja con lo que suele repetirse en los foros de transición energética: más renovables, menos emisiones, una matriz más verde. Pero Al Ghais pone el foco en otro ángulo: el costo total del sistema. Señala que, aunque los precios de la energía solar y eólica bajaron fuerte en la última década, es clave ir más allá del indicador clásico que se usa para comparar tecnologías, el Costo Nivelado de Energía (LCOE por su sigla en inglés). Según la OPEP, ese indicador “no refleja por completo” los gastos adicionales que implica integrar fuentes intermitentes y descentralizadas: nuevas líneas de transmisión, refuerzos de red, almacenamiento, centrales de respaldo para cuando no hay viento o sol y gestión de excedentes, entre otros ítems.
Cuando se suman esos componentes, la foto cambia. Los cálculos de la organización estiman que el LCOE “Total”, es decir, considerando toda la infraestructura necesaria para sostener el sistema, trepa a 77 dólares por MWh para la energía solar, 72 dólares por MWh para la eólica terrestre y 127 dólares por MWh para la eólica marina. Comparado con los valores promedio globales de 2024, la diferencia es evidente: el LCOE “simple” se ubicaría en 39 dólares por MWh para la solar, 48 dólares para la eólica terrestre y 89 dólares para la eólica marina.
La OPEP también introduce otro factor que en los últimos años ganó peso en la agenda: la disponibilidad y el costo de los minerales críticos que necesita la cadena de valor renovable. Paneles solares y turbinas eólicas demandan grandes volúmenes de cobre, litio, níquel, tierras raras y otros insumos concentrados en pocos países. Para Al Ghais, la combinación de alta demanda, oferta lenta y riesgos de inversión puede generar desequilibrios entre oferta y demanda, con impacto directo en precios.
En el caso de la energía solar, la OPEP recuerda que el precio de los módulos cayó de forma muy marcada en la última década, gracias a la innovación tecnológica y a las economías de escala. Sin embargo, señala que esa baja se viene ralentizando por el aumento del costo de los minerales. La eólica, especialmente la offshore, aparece como aún más vulnerable a esas presiones, tanto por su complejidad tecnológica como por la exposición a las turbulencias de la cadena de suministros global.
El mensaje de fondo no es un “no” a la transición, sino una invitación a mirar el cuadro completo. Al Ghais subraya que la electricidad del futuro debe ser “confiable y asequible para todos”, lo que exige, según su visión, un enfoque integral, que contemple “todas las personas, todas las energías y todas las tecnologías” en las trayectorias energéticas de los próximos años.
En esa línea, el secretario general de la OPEP insiste en que la reducción de emisiones sigue siendo un objetivo central, al que la organización dice adherir. Pero al mismo tiempo reclama debates “equilibrados y realistas” sobre el rol de todas las fuentes de energía para satisfacer una demanda eléctrica que no deja de crecer. Su planteo es que las renovables serán un componente clave de la matriz global, pero que el petróleo y el gas seguirán aportando una base estable, disponible y, en su mirada, necesaria para garantizar el suministro continuo.
En definitiva, la OPEP busca reencuadrar la conversación sobre la transición energética: reconoce el avance imparable de la eólica y la solar, pero advierte que el desafío no es solo instalar más parques y paneles, sino sostener sistemas eléctricos robustos, capaces de acompañar el salto en consumo de la economía digital y de la vida cotidiana. Para países productores de hidrocarburos, como los de nuestra región, el mensaje se lee como una señal: el mundo avanza hacia una matriz más limpia, pero la discusión de fondo será cómo repartir roles, costos y responsabilidades en ese nuevo mapa energético.





