De un sueño que comenzó en los años 50 hasta la actualidad, la energía nuclear argentina recorrió más de siete décadas de avances, tropiezos y consolidación. Hoy, con la decisión del Gobierno de vender el 44% de Nucleoeléctrica Argentina, el país enfrenta una encrucijada que pone en juego su soberanía tecnológica.
La historia de la energía nuclear en Argentina arranca con un experimento tan audaz como polémico. En 1951, el físico austríaco Ronald Richter convenció al presidente Juan Domingo Perón de que podía lograr la fusión nuclear controlada en la isla Huemul, en Bariloche. Así nació el Proyecto Huemul, un intento que fracasó, pero que, como contamos en Energía 360° en “Proyecto Huemul: la utopía que encendió la historia nuclear argentina”, dejó una enseñanza decisiva: había que institucionalizar el desarrollo nuclear.
De allí surgió la creación, en 1950, de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que se convirtió en el corazón del programa nuclear nacional, formando generaciones de científicos, ingenieros y técnicos que luego serían protagonistas de todos los hitos posteriores.
De Atucha a Embalse: la consolidación nuclear
Los años 60 marcaron el inicio del tiempo de obras. En 1968 comenzó la construcción de Atucha I, la primera central nuclear de América Latina, inaugurada en 1974. Una década más tarde, en 1983, se sumó Embalse, en Córdoba, con tecnología canadiense CANDU. Y en paralelo, en 1981, se puso en marcha el proyecto Atucha II, que atravesó largos periodos de paralización hasta que finalmente se concretó en 2014.
Cada una de estas centrales no sólo aportó electricidad —entre el 6 y 7% de la demanda nacional— sino también conocimiento, trabajo calificado y un sello de soberanía tecnológica que convirtió a la Argentina en un referente nuclear en la región.
La creación de Nucleoeléctrica Argentina
En 1994, el Gobierno decidió separar roles. La investigación y el desarrollo seguirían en manos de la CNEA, mientras que la operación de las centrales pasaba a una nueva empresa: Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA).
Desde entonces, NASA se consolidó como operadora del parque nuclear argentino y un centro de excelencia tecnológica. Entre sus logros destacan la Extensión de Vida de Embalse, la finalización de Atucha II y los proyectos actuales de Extensión de Vida de Atucha I y el Almacenamiento en Seco de Combustibles Gastados II (ASECG II).
Este último proyecto, con una inversión estimada en 137 millones de dólares, permite guardar de manera segura el combustible nuclear usado en contenedores blindados de hormigón y acero, liberando espacio en las piletas de enfriamiento y garantizando un manejo responsable de residuos radiactivos.
Lejos de ser un lastre fiscal, NASA mostró en el primer trimestre de 2025 un superávit superior a los 17.000 millones de pesos, y durante 2024 no requirió asistencia del Tesoro, como reflejó Energía 360 en sus coberturas.
2025: el plan de privatización parcial
En septiembre de 2025, el Gobierno anunció que pondrá en venta el 44% del paquete accionario de Nucleoeléctrica Argentina. El esquema prevé que el Estado conserve un 51% para mantener el control y que el 5% restante quede en manos de los trabajadores a través de un programa de propiedad participada.
La venta se realizará en bloque, a través de una licitación nacional e internacional. En los pasillos del Congreso y del sector energético se habla de interés de capitales estadounidenses y de grupos locales cercanos a ex empleadores del presidente Javier Milei.
Reacciones y resistencias
El anuncio encendió un debate inmediato. En el Senado, el jefe de bloque de Unión por la Patria, José Mayans, presentó un proyecto para declarar al sistema nuclear argentino como un bien público estratégico y no enajenable, lo que frenaría la privatización.
En Diputados, legisladores opositores impulsan iniciativas para derogar el artículo de la Ley de Bases que habilita la venta parcial de empresas estratégicas como NASA.
Los gremios nucleares también se hicieron escuchar: advierten que NASA no es una empresa deficitaria, sino un activo rentable, y que su privatización implica poner en riesgo décadas de conocimiento acumulado y de soberanía tecnológica.
A este escenario se sumaron voces de Río Negro. El presidente del bloque Vamos Con Todos, José Luis Berros, acompañado por Ayelén Spósito, Magdalena Odarda, Fabián Pilquinao y Luciano Delgado Sempé, presentó proyectos en defensa de la soberanía energética y en rechazo a la privatización de NASA.
El primero expresa el repudio a la decisión del Poder Ejecutivo Nacional y reafirma que el Estado debe mantener la titularidad, gestión y control absoluto del sistema nuclear como garantía indelegable de soberanía, seguridad y desarrollo nacional. El segundo solicita al Senado el pronto tratamiento y sanción del proyecto que declara a NASA y a todo el sistema nuclear como bienes estratégicos, inalienables e inembargables.
En los fundamentos, Berros fue contundente: “Privatizar el sistema nuclear no es una mera cuestión técnica o financiera. Es una decisión política de fondo que debilita al Estado y entrega un patrimonio estratégico construido durante más de siete décadas por trabajadores, científicos y gobiernos de todos los signos”.
También recordó que el desarrollo nuclear argentino ha sido un pilar de soberanía desde la creación de la CNEA en 1950 y la construcción de las centrales de Atucha y Embalse. Y cerró con una definición fuerte: “La energía nuclear argentina es fruto del esfuerzo de generaciones y un pilar de nuestra independencia. No vamos a permitir que se hipoteque el futuro energético y tecnológico de la Nación en manos de intereses privados”.
Estas iniciativas provinciales se presentan en un contexto de resistencia social y gremial creciente: trabajadores del sector nuclear realizaron movilizaciones en el Centro Atómico Constituyentes (Buenos Aires), Bariloche, Ezeiza y Mendoza, denunciando que NASA es superavitaria, genera divisas y que el Gobierno avanza con un vaciamiento del sistema científico-tecnológico nuclear mediante despidos, congelamiento salarial y la paralización de proyectos clave como CAREM y RA-10.
El túnel del tiempo nuclear
De la utopía fallida del Proyecto Huemul en los 50, pasando por la creación de la CNEA, la construcción de Atucha I y Embalse, la difícil concreción de Atucha II y la creación de NASA en 1994, hasta llegar al presente con proyectos estratégicos y superávit operativo, la Argentina lleva más de siete décadas construyendo una política nuclear propia.
Hoy, ese recorrido enfrenta un punto de inflexión. La decisión de vender el 44% de Nucleoeléctrica Argentina abre un debate que trasciende lo económico: se discute si el país seguirá defendiendo un sector considerado estratégico en todo el mundo o si entregará parte de su control al capital privado.
El desenlace aún no está escrito. Pero lo que está en juego no es sólo el futuro de una empresa, sino la definición de qué lugar ocupará la energía nuclear en la soberanía y el desarrollo argentino del siglo XXI.
Por Nicolás Muñoz – E360°