Siete proyectos aprobados, más de 13.000 millones de dólares en juego y una nueva gramática de inversiones que redefine las reglas del desarrollo productivo argentino. El RIGI ya no es promesa: es presente.
En un país acostumbrado a anunciar sin concretar, el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones empieza a hablar con hechos. A la fecha, ya son siete los proyectos aprobados formalmente por el Comité Evaluador, con inversiones comprometidas que superan los US$13.000 millones. No es una cifra menor: representa casi tres puntos del PBI y un volantazo en la política de atracción de capitales para sectores clave como energía, minería e industria pesada.
La arquitectura del RIGI tiene una premisa central: simplificar, estabilizar y garantizar condiciones de largo plazo para quienes estén dispuestos a jugar en grande. Con beneficios fiscales, aduaneros y cambiarios inéditos en las últimas décadas, el régimen apunta al corazón del problema argentino: la falta de reglas duraderas. Y si bien la discusión legislativa fue áspera y la aplicación temprana enfrentó resistencias, hoy los números empiezan a hablar por sí solos. Ahora resta esperar que la semilla florezca y la Patagonia, como el resto del país, pueda cosechar sus frutos. Algo que anhelamos en momentos tan difíciles.
Entre los proyectos aprobados se destacan dos desde la Patagonia: el oleoducto Vaca Muerta Sur y la planta de GNL en el Golfo San Matías, ambos con epicentro en Río Negro y Neuquén. No son datos menores: la participación de Río Negro no se explica solo por la geografía, sino por una estrategia política deliberada. El gobernador Alberto Weretilneck entendió que para atraer inversiones no basta con recursos naturales, sino que hay que construir confianza, previsibilidad y articulación con el sector privado. Su rol fue clave para generar condiciones institucionales estables y viables que hoy permiten que la provincia no solo figure en la lista, sino que empiece a consolidarse como un nuevo polo energético-exportador.
Le siguen el parque solar El Quemado en Mendoza, el proyecto Rincón de Litio en Salta, la nueva acería de Sidersa en San Nicolás, el desarrollo de Galán Litio en Catamarca y el recientemente sumado Parque Eólico Olavarría. No son intenciones, son carpetas aprobadas, cronogramas en marcha y licitaciones en curso. Proyectos concretos.
Pero lo más interesante del RIGI no está sólo en lo aprobado, sino en lo que viene. En revisión hay iniciativas como el Proyecto Vicuña en San Juan, que proyecta una inversión de US$17.000 millones en cobre, oro y plata; una planta central de tratamiento de gas de Pampa Energía en Neuquén por US$426 millones; y otros desarrollos mineros de gran escala, con capitales que provienen de Canadá, Australia, Corea del Sur y Estados Unidos.
El RIGI tiene críticos. Algunos lo consideran excesivamente generoso con las grandes empresas. Otros, temen que la lógica de promoción se imponga sin controles sociales ni ambientales. Pero incluso esos cuestionamientos, legítimos en el marco del debate democrático, reconocen una verdad evidente: el RIGI está funcionando. Capta capitales, ordena reglas, recupera confianza e instala un modelo de negocios con visión a 30 años, algo poco frecuente en estas latitudes.
El verdadero desafío no será aprobar más proyectos. Será garantizar que esas inversiones lleguen a destino, se ejecuten en tiempo y forma, y dejen una huella concreta en la vida de las comunidades donde se instalan. El empleo local, la compra a proveedores nacionales, la transferencia tecnológica y el respeto ambiental deben ser parte del contrato implícito de esta nueva etapa. Si el RIGI logra eso, será mucho más que una política de incentivos: será una bisagra productiva para el país.
En un contexto de crisis, inflación y deuda, que haya empresas dispuestas a poner miles de millones de dólares sobre la mesa no es casualidad: es resultado de una señal política clara, de una legislación robusta y de una necesidad estratégica compartida. En provincias como Río Negro, también es reflejo de una gestión que supo leer el momento y posicionarse a tiempo para captar oportunidades que otros aún discuten.
Desde Energía 360 nos propusimos seguir este proceso con atención, chequeando cada dato, cada avance y cada impacto. Porque el futuro energético, minero e industrial no se anuncia: se construye con información, planificación y responsabilidad.
Nicolás Matías Muñoz – Director de E360°