Editorial
Aunque todavía es temprano para dimensionar el verdadero alcance del fallo de la jueza Preska en la causa por la expropiación de YPF, su impacto en la provincia de Río Negro es, si no inmediato, al menos inevitable. YPF no es solo una empresa más del sector energético: es el corazón que marca el ritmo de la industria hidrocarburífera nacional, y cualquier movimiento que la afecte repercute en todo el ecosistema.
Río Negro atraviesa una coyuntura particular: por primera vez en su historia, está en condiciones de ampliar —y no simplemente cambiar— su matriz productiva. Lo que está en juego no es solo el presente de buenos números y proyecciones, sino la posibilidad de consolidar una estrategia de desarrollo a largo plazo, con base en Vaca Muerta y el petróleo como plataforma, pero con visión integral.
Porque si algo queda claro es que el recurso, por abundante que sea, no garantiza por sí mismo un futuro promisorio. Lo que hace la diferencia es cómo se lo gestiona. La potencialidad de Vaca Muerta no puede agotarse en el boom extractivo: requiere planificación, infraestructura, cadenas de valor, tecnología y —sobre todo— decisiones políticas a la altura del desafío.
En este contexto, las palabras del gobernador de Río Negro en el acto por los 70 años de la provincialización no fueron solo una expresión de orgullo, sino una señal política:
“Es la primera vez que la Patagonia, y especialmente nuestra provincia, produce, transporta y exporta el recurso del petróleo dentro del territorio. Siempre la veíamos pasar, y ahora vamos a ser protagonistas”.
El mensaje es claro: la provincia ya no quiere ser un mero espectador del desarrollo energético, sino asumir un rol protagónico. Esa ambición, sin embargo, no puede desconocer las tensiones estructurales del sector, donde los vaivenes judiciales, las disputas geopolíticas y las decisiones macroeconómicas trazan un tablero inestable.
Para sostener el desarrollo productivo en el tiempo, Río Negro (y también Neuquén) debe prepararse para resistir los embates del contexto. El éxito —como el fracaso— será multicausal, y requerirá no solo buenos precios internacionales, sino fortaleza institucional, acuerdos estratégicos, y una lectura inteligente de cada oportunidad que se presente